Era el producto del enfrentamiento entre la Unión Soviética y los EEUU por el poder militar y el prestigio internacional. La guerra fría había penetrado en el espacio exterior. Alcanzó ese lugar cuando los cohetes se convirtieron en medios fiables para transportar áreas nucleares a cualquier punto del globo.
Los cohetes militares aparecieron por primera vez en el arsenal alemán en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. La amenaza que esa arma suponía entonces no era demasiada, puesto que las investigaciones alemanas sobre las armas nucleares no habían llegado a ninguna parte y los ejércitos aliados estaban avanzando rápidamente sobre Alemania. Los gobiernos estadounidense y soviético eran conscientes ambos del enorme potencial de la tecnología alemana.
Las fuerzas armadas estadounidenses fueron las primeras en alcanzar el centro de cohetes alemán y en apoderarse de todas las V2. Los científicos espaciales alemanes habían huido, pero no tardaron en rendirse a las autoridades estadounidenses. Llevado a los EEUU, este botín de guerra viviente se convirtió en la base del nuevo programa de cohetes norteamericanos.
Los avances soviéticos en cuestión de cohetes a finales de la década de 1950 alteraron el ritmo y la dirección del programa espacial de los EEUU. Los militares soviéticos tenían una urgente necesidad de misiles que transportaran sus armas nucleares, puesto que carecían de los adecuados bombarderos de largo alcance.
El propio Stalin había concedido al programa soviético máxima prioridad. Dio personalmente la orden de que liberaran al más destacado ingeniero de cohetes del país Sergei Korolev.
Trabajando en absoluto secreto Korolev demostró ser uno de los científicos mas inventivos y exitosos que trabajaban para los militares soviéticos.
En el otoño de 1957 Korolev utilizó su nuevo cohete para poner en órbita en torno a la tierra a este primer y pequeño satélite artificial, llamado Sputnik. Consiguió una tremenda atención, toda ella en beneficio de la Unión Soviética. Fue el comienzo de la era del espacio. En este mismo año acusado por miembros del congreso y por la prensa, de perder la guerra fría, el gobierno de los EEUU puso en marcha de inmediato un programa de choque para lanzar al espacio sus propios satélites. Los primeros y apresurados esfuerzos produjeron unos previsibles fiascos. Más avanzado el año, los observadores bautizaron a estos fallidos lanzamientos norteamericanos como Kaputniks.
El hecho de que los EEUU crearan cohetes operativos, que en 1958 pusieran en órbita satélites que realizaron notables descubrimientos científicos, no hizo sino acelerar la marcha de la carrera del espacio.
Poco después, los gobiernos y las empresas industriales encontraron en las comunicaciones y los satélites de navegación un uso muy valioso, además de económicamente beneficiosos en la era de la electrónica. La consecución del conocimiento científico también fue parte importante del desarrollo espacial.
Las expectativas públicas y políticas generadas por los primeros lanzamientos de satélites se centraron rápidamente en las posibilidades de situar al hombre en órbita. Detrás se encontraba la atractiva perspectiva de enviar esa carga a la luna y regresar. El diseñador jefe soviético hizo alarde de las habilidades de su equipo de cohetes cuando la cápsula espacial que contenía al primer cosmonauta, Yuri Gagarin, dio la vuelta a la tierra a comienzos de 1961. Ese mismo año, varios cosmonautas soviéticos más, incluida una mujer, demostraron la capacidad de los humanos para sobrevivir a los rigores de un breve viaje espacial.
John F. Kennedy, llegó a la conclusión de que los EEUU no podían seguir siendo los segundos en el espacio. Prometió que los EEUU pondrían un hombre en la luna para finales de la década. La nueva National Air and Space Administration (NASA) se encontró de repente con un presupuesto anual de varios miles de millones de dólares para llevar a cabo ese plan. El primer astronauta norteamericano, Alan Shepard fue lanzado al espacio en el año de 1961.
El primer aterrizaje en la luna tuvo lugar en 1969. “Los primeros pasos para la humanidad” anunciados por Neil Armstrong cuando puso el pie en la luna lograron para EEUU su mayor triunfo espacial. La NASA había ganado la carrera por la luna.
La carrera del espacio proporcionó los medios para hacer más efectiva la paz entre las superpotencias de lo que nunca se podía haber imaginado cuando comenzó la guerra fría.
En la década de 1980 los misiles balísticos alcanzaban una gran exactitud. La tecnología y la capacidad para construir misiles balísticos se volvió lo suficientemente sencilla de dominar como para que otros gobiernos, cuyos militares consiguieron armas nucleares, contaran con sus propios cohetes para utilizar en caso de una posible guerra nuclear, también llamada como “La Guerra de las Galaxias”.
El satélite soviético Sputnik había transmitido la señal de una pequeña radio solo para hacerle saber a todos en la tierra que estaba volando por ahí encima. De repente se abría la posibilidad de que señales instantáneas de radio y televisión alcanzaran las partes más remotas de la tierra. Señales de microondas que contenían palabras, números, música o voces, podían viajar desde los satélites geoestacionarios. Aparecieron cadenas de televisión globales como la CNN norteamericana y la British Star Britannica que emitían a todo el mundo las 24 horas del día.
Los gobiernos, en especial los del tercer mundo, que confiaban en la televisión y en la radio para difundir entre la población sus mensajes de lealtad y solidaridad nacional. En la década de 1980 los estados indio e indonesio poseían sus propios satélites de comunicaciones, que permitían a la radio y a las televisiones estatales emitir sus programas para sus bastos países. El GPS se convirtió en un elemento esencial en los equipos de navegación.
Los transbordadores se convirtieron en laboratorios espaciales en los que los astronautas llevaban a cabo misiones para examinar materiales, tomar fotografías de la tierra o reparar otros satélites.
Tras la caída de la Unión Soviética, la NASA se unió a la nueva era internacional colaborando con la agencia espacial rusa. Los transbordadores espaciales norteamericanos se unieron a las estaciones espaciales rusas.
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