La Segunda Guerra Mundial dejó tras de sí las ruinas de los imperios occidentales. En gran parte del mundo, recuperarse de la guerra implicaba reconstruir edificios, plantear las relaciones humanas y reconstruir las instituciones económicas y políticas a partir de unas bases nuevas.
El desorden político tras el final de la guerra exigía nuevas soluciones. Los partidos nacionalistas en las tierras liberadas de la ocupación japonesa exigían con más fuerza que nunca el final del gobierno colonial. El resultado fue el estallido de nuevos conflictos, llamados por los dirigentes anti coronistas, guerras de liberación nacional. En esos tumultuosos años, la reforma y la revolución dominaron la vida política de Europa y Asia.
El desorden político tras el final de la guerra exigía nuevas soluciones. Los partidos nacionalistas en las tierras liberadas de la ocupación japonesa exigían con más fuerza que nunca el final del gobierno colonial. El resultado fue el estallido de nuevos conflictos, llamados por los dirigentes anti coronistas, guerras de liberación nacional. En esos tumultuosos años, la reforma y la revolución dominaron la vida política de Europa y Asia.
El vacío de poder dejado en Europa tras el colapso de los estados del “eje”, dejó abierto el camino para que los EEUU y la Unión Soviética se pusieran en cabeza a la hora de reorganizar las relaciones europeas. En la Europa oriental la reconstrucción tuvo lugar en gran medida según los deseos de las autoridades soviéticas y de los objetivos políticos de los partidos comunistas. En la Europa occidental, la severa escasez económica y el miedo al dominio soviético se combinaron para hacer que esos países se volvieran diplomática y económicamente dependientes de los EEUU.
En la Unión Soviética, las declaraciones oficiales revivieron el temor a la amenaza capitalista-imperialista de los estados occidentales. En ambos lados la reaparición de ese lenguaje hostil indicaba la ruptura de las buenas relaciones de la guerra y reforzaba las barreras que había en el camino hacia unos acuerdos constructivos en las conversaciones de paz en la postguerra.
El nuevo conflicto entre la Unión Soviética y los EEUU produjo su propio y sombrío vocabulario. El término “Telón de acero” sugería que un muro impenetrable separara a Europa, dividida por la toma de poder de los comunistas en los países del este del continente. La abrumadora superioridad militar y económica de los EEUU y la Unión Soviética en sus respectivas esferas de influencia les valieron el título de Superpotencias.
La respuesta de los EEUU a esas nuevas condiciones fue una estrategia para la paz con la que decidió participar en la reconstrucción diplomática y económica de Europa y Asia. Bautizada como “contención”, esa estrategia fijó las directrices de la diplomacia y la política de los EEUU durante más de cuarenta años. La guerra fría alimentó la carrera de armamento entre ambas superpotencias.
La Europa de la posguerra
Los EEUU y la Unión Soviética, se oponían a los imperios coloniales. Durante la guerra habían apoyado a los movimientos anticoloniales.
Los EEUU presididos por Roosevelt, habían previsto que una presión modificada del internacionalismo gobernaría las relaciones entre los vencedores, es decir, que reconocerían como un objetivo común colaborar tanto en fomentar la autodeterminación de las tierras liberadas como en el seno de las naciones unidas para ayudar a conservar la paz. Para tener éxito, la política soviética de esferas de influencia dependía de que los occidentales aceptaran el domino comunista de una zona en torno a la unión soviética, tan amplia que se parecía a un nuevo imperio soviético. Ninguno de los planes fue efectivo.
El declive de los imperios occidentales
Los imperios occidentales que todavía existían perdieron sus colonias durante el período de la posguerra. El dramático cambio se produjo con rapidez en Asia y lentamente en África. La presión para la descolonización procedía de los pueblos colonizados, de los dirigentes políticos de la Unión Soviética y los EEUU, de las Naciones Unidas y de los propios estados imperiales. Tras siglos en el poder, los imperios coloniales británico y francés desaparecieron.
Las naciones unidas se convirtieron en un foro para quienes defendían la liberación nacional. El presidente Franklin Roosevelt fue fundamental para conseguir su cooperación para esta cuestión. Sus puntos de vista sobre la descolonización garantizaron que el preámbulo de los estatus de la ONU reconocieran formalmente los derechos iguales de las naciones grandes y pequeñas, reconocido también por la sociedades de naciones, de apoyar el autogobierno o la independencia de los territorios sometidos a mandatos ahora llamados “administrados”, si bien insistió en que los estatutos le concedieran poderes especiales a los países principales.
Los delegados soviético y norteamericano, junto con los otros miembros permanentes, decidían sobre la política clave de la ONU, que también podría ser propuesta por la asamblea general, en donde los delegados de todos los estados soberanos del mundo tenían un puesto. En 1946 el gobierno británico no pudo seguir gobernando la zona de oriente próximo de Palestina, dejó que las Naciones Unidas decidieran como debería dividirse el territorio entre un estado judío y otro árabe.
Las Naciones Unidas eran vulnerables al antagonismo entre la Unión Soviética y los estados occidentales. El poder de veto concedido a los miembros del comité de seguridad dejó el camino abierto para que la rivalidad entre los EEUU y la Unión Soviética paralizara a las Naciones Unidas. Su única acción efectiva para detener una agresión tuvo lugar en 1950, condenó a Corea del Norte por su invasión a Corea del sur. Soldados de 20 estados lucharon contra Corea del Norte, bajo la bandera de las Naciones Unidas, con el objetivo de mantener a los comunistas fuera de Corea del Sur. Esta intervención situó a las Naciones Unidas directamente del lado de occidente en la guerra fría.
La recuperación de la guerra en los estados occidentales también generó presiones para acabar con los lazos coloniales. La participación del gobierno de los EEUU en esa reconstrucción concedió a los dirigentes norteamericanos una voz influyente en la política exterior de esos estados.
La política occidental de posguerra en Europa se basaba en el principio de la autodeterminación, es decir, que el autogobierno y las libertades políticas ofrecían el camino adecuado para una recuperación estable de la guerra. No obstante, la ayuda norteamericana al extranjero, en especial el Plan Marshall, puesto en marcha en 1947, fue un poderoso medio de influir en su política internacional.
Durante algunos años, los dirigentes de los EEUU hicieron de la descolonización una de sus principales prioridades. Buscando crear un nuevo orden mundial, ampliaron el programa internacionalista de Wilson de 1919, insistiendo en que los pueblos coloniales debían disfrutar del derecho a la autodeterminación nacional.
Antes de la guerra, los EEUU habían prometido la independencia de su colonia de Filipinas. En Gran Bretaña, el partido laborista ganó las elecciones de 1945 con un programa que incluía liberar del imperio a los pueblos coloniales. Los defensores de la gloria y el poder imperial, como el anciano estadista británico Winston Churchill, condenaron esa tradición del imperio. En los países europeos, las opiniones se encontraban muy divididas sobre el ritmo e incluso la conveniencia de liberar a los pueblos coloniales.
La terrible destrucción dejada por la estela de la liberación requería una ambiciosa reconstrucción, no solo del marco físico de una economía industrial, sino también de las relaciones humanas en una sociedad más justa. En esos años de posguerra, los gobiernos de la Europa occidental se preocuparon sobretodo en reconstruir sus países.
Durante 1946-1947, el gobierno británico se enfrento a una crisis presupuestaria tan seria que no pudo seguir pagando sus reformas internas y sus obligaciones extranjeras en la India y el Medio Oriente. La descolonización se produjo en parte por esa bancarrota.
Tras la guerra, la economía dirigida soviética y el prestigio conseguido gracias a la victoria de la URSS sobre la Alemania nazi, le valió el apoyo de muchos europeos. Sin embrago, el expansionismo y la revolucionaria ideología comunista le pareció a la mayoría de los europeos una nueva amenaza, tan peligrosa como había sido el nazismo.
Inmediatamente después de la guerra, el gobierno soviético pidió a Irán y Turquía concesiones territoriales especiales: Tierras en el noroeste de Irán y, en Turquía, el control de los estrechos entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo. Las ambiciones expansionistas de Stalin llegaban también a las tierras meridionales. Los territorios en el norte de Irán habían significado para la industria petrolífera soviética un mayor acceso a los grandes campos petrolíferos del Caspio Meridional. En 1946, las protestas occidentales acabaron con las presiones soviéticas.
En Grecia, la guerra fría comenzó con los planes revolucionarios del poderoso movimiento guerrillero dirigido por el partido comunista griego. Los comunistas griegos se inspiraron y recibieron ayuda de la Yugoslavia de Tito, con esto Grecia se volvió hacia los EEUU. En este caso, como en China, Stalin tenía serias dudas respecto al alzamiento. En su mapa geopolítico, tanto China como Grecia pertenecían a la esfera occidental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario